Mirando hacia atrás, me viene a la mente la primera receta en la que imité el modo de cocinar de Jamie Oliver. Se trataba de una pasta muy simple con trocitos de salchicha fresca y que muchos años después continúo haciendo en casa. Desde ese momento me convertí en una fan de este cocinero inglés que, para mí, representa mi propia esencia en la cocina. Ya sé que a muchas personas no les gusta que meta las manos por todas partes y que trivialice algunos platos tradicionales, pero, aunque alguno de ustedes me odie por ello, son justamente esos atributos los que hacen que a mí me encante.
Quienes ya me siguen desde hace un tiempo saben que soy muy poco conservadora como persona y como cocinera. Me gusta experimentar y siempre he pensado que respetar una receta no tiene por qué significar estar obligado a hacerla sin omitir una coma. Al contrario, creo que cuando la reconvertimos y adaptamos, la estamos transformando en nuestra fuente de inspiración y, para mí, en digna de mucho respeto. Calcarla está bien para quien cocine de esa manera. Sin embargo, yo cocino con lo que hay en mi nevera y en mi despensa, sin importarme más que mis propios gustos personales y los productos de los que dispongo. Uso mi imaginación para convertir cuatro ingredientes en un plato delicioso, completo y distinto. Me aburre mucho hacer la misma receta una y otra vez, por muy buena que esté.
Un plato tan simple requiere, no obstante, cuidar bien el equilibrio de sabores y aromas, de ahí que el romero sea parte esencial en esta receta, al igual que un chorrito de vino blanco seco y el dulzor de los cherries. Con tan poco, logramos tanto.
Se trata de un plato que podemos cocinar un día entre semana, en el que no disponemos de mucho tiempo, ni ganas; pero también podría ser una comida magnífica para preparar un sábado o un domingo, sin prisas, engañando mientras al estómago con un vinito y unos cachitos de buen queso o jamón. ¡O embutidos de Menorca! A mí me encanta comer de manera informal, especialmente los sábados o domingos y estos spaghetti con salchicha fresca son unos perfectos candidatos para ello.
Spaghetti con salchichas frescas
[icons size=’fa-1x’ custom_size=” icon=’fa-arrow-right’ type=’normal’ position=’left’ border=’no’ border_color=” icon_color=’#82791c’ background_color=” margin=” icon_animation=” icon_animation_delay=” link=” target=’_self’] INGREDIENTES (para 2 personas y como plato único):
- 200 g de spaghetti secos
- 4 salchichas de cerdo frescas (mejor sin piel o con piel muy fina)
- 5 tomates cherry
- 2 puerros pequeños y finos
- 1 ramita de apio (10 cm)
- 1 rama de romero fresco
- 1/2 chile rojo fresco
- 3 dientes de ajo grandes
- 4 cucharadas de vino blanco seco (el que vayas a beber durante la comida, por ejemplo)
- aceite de oliva virgen extra aromatizado con guindilla
- sal marina gruesa
- pimienta negra molida
[icons size=’fa-1x’ custom_size=” icon=’fa-arrow-right’ type=’normal’ position=’left’ border=’no’ border_color=” icon_color=’#82791c’ background_color=” margin=” icon_animation=” icon_animation_delay=” link=” target=’_self’] ELABORACIÓN:
1º) Pela y corta el ajo en láminas muy finas. Dóralos mínimamente en una sartén amplia con un pizquito de aceite.
2º) Cuando los ajos empiecen a bailar en la sartén, vierte el vino blanco y añade los puerros lavados y cortados en rodajitas y la ramita de apio entera (para luego retirar). Salpimienta y sofríe a fuego medio-bajo unos 4 minutos o hasta que el puerro esté blandito. Cuida de no quemar el ajo. Si prefieres sacarlo hasta pochar el puerro, hazlo. Cuando el puerro esté pochadito, retira todo de la sartén, elimina el apio y reserva.
3º) Corta las salchichas en trocitos de 2 cm y sofríelas en la sartén con la rama de romero cortada en trozos del mismo tamaño que las salchichas, una cucharada de aceite y a fuego vivo. Cuando los pedacitos de salchicha empiecen a dorarse, incorpora los puerros y ajos y baja el fuego. Cocina todo 3 minutos más y reserva.
4º) Pon agua a hervir con una cucharada de sal marina gruesa. Cuece la pasta hasta que esté al dente según el grosor de la misma. Escúrrela sin dejarla completamente seca y añádela a la sartén con las salchichas y los puerros. Corta en aritos el chile rojo y los cherries en mitades (y en crudo) e incorpóralos a la pasta. Riega con un poco de aceite al gusto y mezcla todo bien para integrar los sabores.
5º) Sirve la pasta con un poco de queso curado rallado.
Es un plato, como ves, muy sencillo, pero te aseguro que está lleno de sabor, con muchos matices: el aroma a campo abierto del romero, el toque ligeramente ahumado de la salchicha, el dulzor casi afrutado de los tomates cherry, el picante delicado del chile rojo y la cremosidad de los puerros pochaditos. El vino blanco, aún siendo en una cantidad muy testimonial, se colará entre todos esos aromas y contribuirá a que este plato no sea simplón, sino elegante y muy apetecible.
Si decides que te gusta esta receta y la haces, por favor, me encantaría saber qué te pareció y qué cambiaste para adaptarlo a tus gustos personales y a tu despensa.
¡Que bueno! Alguna vez lo he hecho muy parecido, siempre en verano con los cherrys de casa, pero sin romero ni queso, con orégano y más cantidad de cherrys, confitados. Además como más me gusta la pasta es con este tipo de platos, en plan salteados y así, más que con salsas cremosas.
Feliz semana.
Los cherries dan mucha vida a la cocina, ¿verdad?
Muchas gracias, María.
Un plato saludable, rico y económico.
Gracias, Javier.
Besitos