Está claro que el mundo es un pañuelo y que todos somos primos o primos hermanos de alguna manera. Como este shakshuka, originario de Túnez y plato popular en Israel. Cuando mi madre me preparaba un par de huevos cascados en una cazuela de barro rebosante de deliciosa salsa de tomate casera con mucho pimiento, no creo que imaginara que se trataba de un plato magrebí. Ni ella, ni yo. Lo que es evidente es que, cuando suben las temperaturas y aparecen con fuerza los tomates y pimientos, ¿quién va a resistirse a un buen plato de huevos con esas hortalizas de temporada? Ni en Túnez, ni en Israel ni en España somos capaces de renegar de algo tan sabroso y básico. Si eso no nos hermana, ¿qué más puede hacerlo?
Yotam Ottolenghi y Sami Tamimi son los coautores de “Jerusalén“, un precioso libro de Historia, historias y recetas de cocina que, desde mi punto de vista, simboliza lo que debe ser esa ciudad bulliciosa, disputada y punto de encuentro (o de desencuentro) de culturas. El primero, judío; el segundo, palestino. Ambos jerosolimitanos (es raro, lo sé, pero es el gentilicio de los nacidos en Jerusalén) y amantes de la gastronomía de su ciudad de nacimiento. Pero, ¿cómo es esa cocina? Imposible de definir y concretar, porque arrastra sabores y aromas de muchos pueblos de La Tierra. Tal y como se reseña en el libro, la cocina de Jerusalén es un crisol de las cocinas del mundo. Además, ¿sabías que shakshuka significa literalmente “una mezcla”?
Cuando tuve el libro en mis manos por primera vez, recorrí sus páginas con fruición. Mientras la boca se me iba haciendo agua, experimenté una sensación de familiaridad. Es cierto que algunas especias son muy distintas de las típicas españolas, pero la esencia de muchas de las recetas contenidas en esa joya es muy similar a las que yo he respirado en casa desde niña. He de decir que he tenido la inmensa fortuna de criarme en el seno de una familia mitad canaria y mitad andaluza. “Mezclás” nos llamaban de niñas a mi hermana y a mí. Yo no comprendía el significado, a veces un tanto despectivo, que nos dedicaban algunas personas y menos mal. Con el tiempo, lo que pudo ser un complejo, se convirtió en una seña de identidad y de muchísimo orgullo. No hay nada mejor que las mezclas y “Jerusalén” es buena prueba de ello. “Fusión” lo llamamos ahora.
Mi madre fusionó siempre lo que aprendió a hacer de su madre en un pueblo de Sevilla con lo que iba absorbiendo de su familia política, la de mi padre, cien por cien canaria, si es que eso existe. A esa capacidad de aprendizaje y adaptación de mi madre, se le unió su mente abierta y su exquisito gusto para unir productos y combinar sabores. Ella nunca permitió que le dijeran que esto o aquello se hacían de unas determinadas maneras y, por suerte, me transmitió esa flexibilidad que caracteriza todo lo que sale de mi cocina. A mi madre debo que me guste cocinar, haber aprendido a moverme con cierta gracia entre calderos y cucharones y un paladar muy abierto.
Este shakshuka, un plato tan simple como tremendamente sabroso, va dedicado a mi madre. Ella me lo cocinó muchísimas veces a sabiendas de cuánto me gustaban los tomates, pimientos y huevos. Ahora me toca a mí versionar sus “huevos al plato” como forma de agradecimiento por sus deliciosas comidas, por su paciencia y por su apoyo constante, de niña y de adulta. No podría haber tenido mejor madre.
Shakshuka
[icons size=’fa-1x’ custom_size=” icon=’fa-arrow-right’ type=’normal’ position=’left’ border=’no’ border_color=” icon_color=’#82791c’ background_color=” margin=” icon_animation=” icon_animation_delay=” link=” target=’_self’] INGREDIENTES (para 2 personas):
- 4 huevos
- 4 tomates grandes, carnosos y maduros
- 2 cucharadas de concentrado de tomate o de passata
- 1 pimiento rojo
- 4 dientes de ajo majados
- 1 cucharada de copos de guindilla (si tienes harissa, úsala)
- 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
- 1 cucharadita de comino en polvo
- 1 cucharadita de za’atar
- sal marina gruesa
- pan para acompañar
[icons size=’fa-1x’ custom_size=” icon=’fa-arrow-right’ type=’normal’ position=’left’ border=’no’ border_color=” icon_color=’#82791c’ background_color=” margin=” icon_animation=” icon_animation_delay=” link=” target=’_self’] ELABORACIÓN:
1º) Calienta una sartén de unos 22 cm de diámetro con el aceite, añade la harissa o los copos de guindilla, el concentrado de tomate, el comino, el ajo majado y un poquito de sal. Rehoga 1 minuto e incorporar el pimiento cortado en cuadrados de 1 cm de lado. Sofríe unos 6-7 minutos o hasta que los pimientos se ablanden un poco.
2º) Añade los tomates pelados y cortados en trozos y cocina unos 12-15 minutos. Ha de quedar una salsa espesa y con tropezones. Rectifica de sal.
3º) Haz cuatro huecos en la salsa, casca los huevos y vierte cada uno en un hueco. Con la ayuda de un tenedor pequeño, mezcla las claras con la salsa, teniendo cuidado de no romper las yemas. Cocina unos 7-8 minutos más a fuego medio y con la tapa puesta para que los huevos se cuezan antes. Vigila que las yemas no se cuajen.
4º) Sirve en cuencos individuales espolvoreados de za’atar según el gusto personal.
El shakshuka se suele comer como desayuno copioso o almuerzo, de ahí que yo haya añadido za’atar, una mezcla de especias que me encanta tomar en el desayuno, sobre el pan untado en mantequilla o en aceite con tomate. Esta comida sencilla, casera e incluso callejera se come con mucho pan y nada más. En primavera y verano, es normal ver este plato con tropezones de berenjena y, en invierno, con papas. Mi madre siempre le puso guisantes e incluso trozos de panceta o chorizo, como si fueran “huevos a la flamenca“.
¿Y tú cómo los comes? ¿Cómo es tu versión de estos huevos con tomate?
¡¡Que bueno, madre mía! Tengo muchas ganas de este libro, solamente leo cosas buenas de él. Hace un tiempo vi un documental de Ottolenghi en Jerusalem cocinando con familias judías y árabes, y visitando diferentes restaurantes que me gustó muchísimo. Fue en La 2, no sé si estará disponible para ver en castellano en su web o en algún otro sitio.
Feliz semana.
¡Lo vi, María! Maravilloso. Yo lo vi en otro canal, pero me encantó. Creo que fue el momento en que dije: tengo que entrar en contacto con lo que hace este hombre. Fantástica capacidad para crear a partir de múltiples ideas tradicionales y con un espíritu vital. Nunca me hicieron mucha gracia los famosos chefs de la cocina española de pitiminí y laboratorio y, sinceramente, me han cansado mucho. Yo soy de plato de comida, no de humos y vapores. Las deconstrucciones de un guisante me dan la risa y creo que, por fin, el mundo empieza a entender que ellos también eran humo y poco más.
Anímate a conseguir algún libro de él, porque, conociéndote, sé que no te defraudarán.
Muaccccccccccc
Si mi marido trinca esa sartén se convierte en el hombre mas feliz del mundo, con esos huevos con la yema en su punto. No le enseño la foto porque se me pondría de rodillas a pedirme que se la hiciera. jajajaja
jajajajajaja ¡Mujer, dale el gusto! Fíjate tú qué plato más facilón. Además, creo que sacado en cazuela o en sartén a una comida informal con amigos, con mucho pan y una ensalada verde, todos te harían la ola.
Besos
Laura, me encantan esas palabras dedicadas a tu madre. Creo que una inmensa mayoría, debemos nuestro amor a la cocina a nuestras madres.
¿Cómo se le puede hacer a uno la boca agua con un plato tan simple? De verdad, estos platos siempre son bienvenidos a cualquier mesa. No sabía que fuera un plato de origen tunecino y menos que sea un plato muy cocinado en Israel. Mi madre lo ha hecho desde siempre y no veas lo que nos encantaba a todos. Supongo que sabrás que Andalucía es un plato tan popular como en Israel.
Yo lo voy a hacer con tus toques, me gusta tu versión.
Muackissss
Tú como yo, Mina. Hemos chupado esos platos desde niñas y, claro, nos encantan.
Mi versión es picantita, nada exagerado, pero si no tienes problema con ello, prueba y verás qué delicia. Yo siempre los había hecho en el horno, pero te aseguro que en sartén es más rápido y los huevos quedan mucho más jugosos y en su punto.
Ya me cuentas si te animas.
Muacccccccccc
Laura, a mi también me ha recordado a mi infancia pero, a diferencia de a ti, me lo preparaba mi abuela, una navarra de pura cepa que cocinaba como los ángeles y a la que le debo mi “amor” por la cocina. Si a “mezclá” hay que unirse, me uno, catalana de nacimiento, criada en valencia y con unas fuertes raíces navarras y riojanas que no quiero perder por nada del mundo.
Los huevos al plato era uno de mis platos favoritos que mi abuela le añadía unos trozos de chorizo de navarra y que estaba de escándalo.
Así que no quiero ni pensar cóm estarán estos que nos has preparado, hace tiempo que no los preparo, gracias por recordarme tan entrañable receta.
Un besazo
Pues tú eres una “mezclá” estupenda como yo. ¡Y que vivan las mezclas!
Con chorizo navarrico tiene que estar para morirse, pero, oye, pon más pan en la mesa. Si te animas a rememorar platos de antaño, me cuentas.
Besosssssssssss
Que buena pinta,me gustan .Los probare de esta manera,a ver si encuentro las especias.