No sé cómo he podido soportarlo tanto tiempo. La angustia y el sopor me han acompañado tantos años que ya no me quedan energías para llorar, gritar, sentir rabia o dolor. No, no me quedan ánimos para sufrir, ni para seguir compadeciéndome de mí misma. No, no puedo seguir aferrándome a ese pasado que me ha acompañado chupándome cada gota de mi sangre; absorbiéndome las entrañas hasta secarme como un pozo abandonado del desierto. No puedo seguir haciéndolo, ni quiero.
Cuando abrí los ojos, lo sentí. Me dolían. No había dormido y los notaba tan pesados que parecían cosidos con un hilo invisible tejido por la araña de mis propias emociones. Tantos años perdidos. Tantos años en los que se me escurría la vida como agua entre los dedos de las manos. Vivía entregada a una idea que no había nacido de mí, sino que había sido implantada. ¿Por quién? ¿Acaso importa ahora mismo? Nada es relevante, salvo empezar a caminar por mi nueva vida.
Quita, aparta, aléjate de mi camino, idea pertinaz, cansina y podrida. Hoy es tiempo para la mariposa que habita bajo mi piel. La oruga se ha arrugado. La belleza ha roto su coraza de razón. ¡Que te apartes te digo! No hay sitio para ti en el armario de mi futuro. No hay gris, ni negro, ni marrón. Verdes y amarillas serán las sedas que me rodeen a partir de este primer minuto de mi nueva yo. No seguiré arrastrando, pesadas, tus cadenas por el espejo de mi reflejo. ¿No oyes lo que te digo? Búscate a otra a la que pegarte, sanguijuela sanguinolenta…
Lo veo. No está allí, ni está lejos. Está aquí todo el aire que necesito para respirar. Me rodea la emoción, el deseo, la lujuria, la pasión de ser yo misma, de ser valiente, de estar rota y, aún así, pegada por millones de hilillos del más fuerte de los pegamentos. Me rodeo. Mi carne es tan roja como siempre bajo el cuero curtido. Me siento y me sonrojo. Me amo sin remordimientos, sin remilgos, sin falsedades. Está aquí. Sí. Es aquí, sí. Es ahora, sí.
La luz de mi nueva vida se abre paso. Miro a contraluz y la puedo tocar. Partículas sucias que se vuelven de oro. La dualidad de lo que somos. Polvo y oro. Fealdad y belleza que no empiezan ni acaban. Una esfera perfecta, sin aristas ni dobleces. Rueda, rueda, rueda… Un solo empujoncito y puede no parar jamás. Eternamente girando. Un carrusel antiguo y averiado puesto en movimiento por la leve brisa del mar que sube desde la playa y que la inercia, bendita inercia, no va a dejar parar. Una nunca está muerta hasta que lo está. Y hoy no es ese día. Levántate y anda. ¡Hazlo ya, mujer!
Relato corto original de Laube Leal. Basado en una idea surgida durante el taller de escritura creativa de Mayte Gutiérrez, llamado Caleidoscopio Soul.
Me siento reflejada en tus palabras. Sedas verdes y amarillas de ahora en adelante. 😉
Por cierto que recomiendo mucho el curso de Mayte, a mi me vino de maravilla, le estoy muy agradecida.
Un saludo.
Me ha gustado mucho, Laura y en algunas también me siento ahora algo reflejada….
Un fuerte abrazo.
Carmen
Las mías, fucsias y naranjas. Preciosísimo e inspirador relato. Un abrazo.
Me encanta el relato, y quién no se ve refeljada, somos esa dualidad luchando por el equilibrio, que salga la valentía y nuestra esencia sobre los miedos.
tu valentía aflora!
Muy bonito, muak!!
Precioso y preciso relato…perfecto para cualquier día en el que una requiera una inyeccion de positivismo colorista…me ha encantado….gracias
Eres buena escritora. Pero eso ya lo sabes. No te detengas.
Saludos desde Rosario, Argentina
Estoy deseando leer tu primer libro.
Con eso, ya te lo digo todo.
Muackissssss