Calle Melancolía, como la canción de Sabina

Siempre me habían dicho que no me acercase al número 2 de la Calle Melancolía, la que hace esquina con Nostalgia. Había rumores de que allí vivía una señora rodeada de recuerdos y memoria de lo que pasó y de lo que pudo pasar. Decían las malas lenguas que no era bueno merodear por la casa, porque algo sucedía y pensabas en el pasado. ¡No te acerques!, susurraban todos llenos de horror y con los ojos a punto de salírseles de las cuencas. ¿Y qué hacía yo? Acercarme.

Aunque mi madre, las vecinas y los abuelos que se sentaban a la fresca cada tarde me reñían y amenazaban con terroríficos sucesos, la prohibición sin más razón que la costumbre solo alentaba mi curiosidad. Reconozco que las riñas producían efecto en mí, pero el temor solo duraba unos días. Luego, allá que iba yo y plantaba mi nariz en la esquina de la calle o, cuando me envalentonaba más de la cuenta, me aproximaba con sigilo y escudriñaba a través de los pliegues de los blancos y almidonados visillos. Nada. No se veía nada.

Compungida, regresaba a casa, dando patadas a cada piedra del camino. Cuando, de vez en cuando paraba, miraba hacia atrás y giraba los ojos hasta ponerlos en blanco, intentando recordar algo del pasado. Pero este nunca venía. ¿No tendría que pasarme algo? Ningún evento del pasado venía a mí de manera significativa. Volvía enfurruñada con el mundo, pero, sobre todo, con mi madre, las vecinas y los abuelos que se sentaban a la fresca cada tarde. ¿Por qué me mienten y no me me cuentan la verdad de esa casa y de quien allí vive?

Así crecí y me hice adulta, olvidando por completo esa historia. Me fui del pueblo para estudiar y los años transcurrieron como sucede con la mayoría de las personas. Viajé muy lejos y me instalé a vivir en muchos y diversos lugares. Mi vida pasaba sin pena ni gloria.

Un día, mientras dibujaba los bocetos que me habían encargado para un edificio del centro de la ciudad, pensé en lo agradable que eran las tardes frescas del verano de mi pueblo. Sentí cómo una brisa me acariciaba la nuca. Solté el lápiz y cientos de recuerdos felices vinieron a mi mente. Saboreé las tartas de galletas y chocolate que me preparaba mi madre. Sonreí al correr detrás de las palomas que se reunían cada mañana en la plaza. Disfruté de las olas sacudiéndome al entrar en el frío mar. Cerré los ojos ante las historias de los abuelos sentados a la fresca…

Retorné a mi pueblo. Paseé por cada calle y aprecié que todo seguía blanco e impecable. Cada calle, cada fuente, cada banco del parque, todo era tal y como lo recordaba. Llegué al número 2 de la Calle Melancolía y me paré frente a la puerta. La casa se había deteriorado y parecía que en ella ya no vivía nadie. Los postigos estaban cerrados y no había plantas adornando el alféizar de las ventanas. Los preciosos visillos de antaño amarilleaban tras los cristales de la puerta, antes de un color verde oscuro y que ahora tenía pegado un cartel descolorido con un número de teléfono y unas letras que rezaban “Se vende”. Sentí pena y un enorme vacío. Durante unos segundos, todos mis años de niña, adolescente y jovenzuela vinieron a mis pupilas y las empaparon de lágrimas de emoción. ¡Por fin sentía el famoso efecto! Podía recordar el pasado y comenzaba a experimentar lo que era la nostalgia. Habían transcurrido más de dos décadas desde la última vez que estuve ante aquella puerta para averiguar si las historias que contaban eran ciertas. Sí, lo eran.

A la semana siguiente volví al número 2 de la Calle Melancolía, arranqué el cartel descolorido de un fuerte tirón y abrí la puerta con mi llave.

Relato original escrito por Laube Leal.
Este post incluye publicidad sobre servicios y productos que yo suelo demandar y/o adquirir.

13 Comentarios

  1. Marhya

    Mira, la última frase me ha erizado los pelillos del brazo. Hoy me levanté un poco nostálgica (con motivo) y me ha llegado.
    Un abrazo.

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  2. ivan alonso

    Ayyy!!!!Que bonito, Laura!!!…Es que al final, las raíces tiran, y todos, en un momento tarde o temprano, volvemos allí…a nuestra casa. Me ha encantado, Gracias!!

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  3. Juana

    Es bonito.
    Al leerlo mi mente se llena de sensaciones, de pequeñas nos asomamos timidamente a lo que queremos descubrir, pero las advertencias de los que bien nos quieren nos hacen a veces que no lo hagamos del todo.
    Pasados los años, lo consiguiste, al final entraste en el número 2 de la calle Melancolía, al final tu deseo se ha cumplido
    Que cosas tan bonitas escribes.
    Un beso

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  4. Fabi

    Qué bonitoooooooooooo!!!!!!!!!!

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  5. Javier

    Un relato muy bueno.

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  6. Carmen

    Muy bonito!!! Con mucha ternura.. Me gusta mucho como escribes. Eres un artista!!!!
    Un abrazo….

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  7. Ana

    Wow me ha encantando, estaba expectante que pasaría con esa calle- casa…Bonito relato Laura!
    Muak

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  8. Ana Rivero

    Ayyyy la nostalgia, que aprovecha cualquier resquicio de nuestra mente para colarse y llega sin avisar. Nunca se está suficientemente preparado. Cómo la recibes? Con una leve sonrisa, con los ojos nublados, con un suspiro…

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  9. Laura Selene

    Tod@s tenemos un trocito de la calle melancolía en nuestra mente y corazón. Precioso relato y buena compra. Beso.

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  10. meredes

    Buff Laura, ese final me ha erizado el bello y la lagrimita que me corre por la mejilla me hace compañía mientras escribo estas palabras.
    Pero no sé que decir, he jugado, he vivido y he paseado por esas calles mientras lo leía, hasta que al final he sentido como nuestra niña del cuento ya adulta se ha instalado en su melancolía.
    Genial.
    Un besote

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  11. Aisha

    Me ha encantado el realato y el final ha sido para poner los pelos de punta… Precioso!!
    Un beso

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  12. Belinda Hernández

    Me ha encantado Laura!! Tú relato me ha llevado a esas calles y los recuerdos me han invadido, como si los hubiera vivido

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    • Laube Leal

      Gracias, Belinda. Me encanta que la gente lea mis relatos y más cuando se introducen en la historia.

      Un besito

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